Fragmento de La llamada de lo salvaje, de Jack London. Identidad. Antepasados.
(La cita es un regalo de Teo González García. Muchas gracias por proporcionármela).
Poemas de Miguel D’Ors. Abuelos y nietos. Identidad. Antepasados. Vejez. Relaciones de pareja. Suegros y yernos. Unidad.
LOS ABUELOS
El abuelo era blanco; conocía
dos cuevas y sabía seguir huellas de lobo.
La abuela era menuda y tibia como un nido:
jugábamos a pájaros con ella.
…Y, alrededor, los dos llevaban como
un contorno de campos y palomas:
cruzaban el umbral y parecía
que con ellos entraba el verano en la casa;
al contarnos los cuentos, en sus voces
oíamos molinos y cuervos alejándose
y hasta en las mismas ropas nos traían
un recuerdo fragante, un recuerdo lluvioso
del heno y la retama…
…Y el abuelo, qué manos de valiente,
qué venas, retorcidas como parras;
las ganas que me daban
de cumplir en un día sesenta y cuatro años
para tener dos manos como aquellas…
Luego, la abuela, aquellas zapatillas
de nube que llevaba,
aquel ir y venir, como volando,
de la escoba al misal, de sus gallinas
a las sábanas frescas,
de la labor de lana a los geranios,
del pan a las mejillas de sus nietos…
que entonces, suavemente, quedábamos dormidos
creyendo que la abuela no se acostaba nunca.
(De Del amor, del olvido)
ANTEPASADOS
Pudieron ser herreros, mercaderes, pastores,
sastres… Memoria abajo fueron desvaneciéndose
y yo nada sé de ellos, como el brote más alto
del roble nada sabe de sus viejas raíces.
Pero por ellos vino hasta mi vida
esta sangre -callado y largo río
que ante los pies de Dios tuvo su nacimiento
y en mi pecho se queda remansado-
y a veces, en el aula,
me sorprendo en las manos un gesto de alfarero,
o miro el horizonte con ojos de marino
o camino con pasos de leñador.
Entonces
me reconozco de ellos.
(De Ciego en Granada)
ARRUGAS
Arrugas en tu frente, patas de gallo, ojeras:
la escritura del tiempo en tu rostro. La veo
y reconozco en ella nuestra historia:
aquellas viejas tardes en el oro romántico
de La Ulzama y del Valle de Belagua,
las noches de desvelo impotente ante el llanto
de nuestros hijos, sus primeras sílabas,
que eran como un regalo fresco y limpio
del futuro, los largos kilómetros en coches
que siempre nos estaban demasiado pequeños,
nuestra telegrafía de miradas,
las horas convividas en amargos pasillos
de hospital, nuestras fugas jugando a ser amantes,
y los números rojos, y los suspensos, y
los muertos, y las velas de tantos “happy birthday“…
Toda esa vida dicen tus arrugas. Ahora
cada vez que te beso beso también en ellas
tantos años de amor.
(De Átomos y galaxias)
COLUMPIO
Columpiando a Mateo.
Sus padres -vacaciones
en agosto- lo han
traído un año más,
y aquí estamos, abuelo
y nieto. Yo le impulso
el columpio. Se acerca
a mí, risa en crescendo,
retrocede, tocando
-paisano momentáneo
de los pájaros- la
bóveda de la tarde,
y regresa a mis manos
con una risa nueva,
y se aleja otra vez,
y… Ya se acaba agosto;
ya pronto, adiós, sus padres
volverán a Pamplona;
yo quedaré en Galicia,
esperando. Esperando
que el inmenso columpio
del año me lo acerque
de nuevo, todo risas,
el próximo verano.
(De Átomos y galaxias)
PARAULES PER LA IMMA
A la memoria de mi suegro,
Arnaldo Vilardebó Vila (1914-1982)
Mira qué extraño mundo el corazón:
amo tu costa con su luz latina
de viñas y cipreses,
amo la voz payesa de tu madre y la sombra
tutelar de tu padre,
a la que consultamos tantas cosas,
amo el negroamarillo de los taxis
que cruzan tus nostalgias,
las rosas de San Jorge y l’ou com balla,
la calle Petrixol, que guarda para siempre
el perfume gentil de tus veintitrés años,
la sardana y su ritmo dórico, los helechos
lluviosos del Montseny;
amos esas plazas ilustradas donde
los viejos más viejísimos
se juntan con los jóvenes más detonantemente,
más profesionalmente jóvenes para echarles
migas de pan a las palomas. Amo
todo lo que has tocado y respirado.
Mira
qué extraño mundo el corazón, esposa.
Mira cuántos amores es tu amor.
(De Curso superior de ignorancia)
ES UNA COSA EXTRAÑA…
Es una cosa extraña ser poeta,
es una cosa extraña sentir la propia vida
llena de muchedumbres,
escuchar en el propio canto todos los cantos
y cotidianamente
morir un poco en todo lo que muere.
Es una cosa extraña ser poeta;
es sorprender al niño en los ojos del viejo,
es oír los clamores del bosque en la semilla,
adivinar que hay una primavera dormida
bajo cada nevada,
partir el pan y ver los segadores.
Es una cosa extraña: ser poeta
es convertirse en tierra para entender la lluvia,
es convertirse en hoja para saber de otoños,
es convertirse en muerto para aprender la ausencia.
(De Ciego en Granada)