Fragmentos de Pasos para ser amado. Tus distintos rostros, de Virginia Satir:
«Existen muchos elementos que forman parte de ti y que aún no has descubierto. Hacerlos conscientes te permite encargarte de ellos y no que ellos te esclavicen. Cada parte que te constituye es una fuente vital de energía. Cada parte de ti tiene diversos usos y convive en armonía con otras para añadir aún más energía.
Tener diversos rostros es una experiencia común a todos. Cuando pasas del sueño a la vigilia cada mañana, en tu cuerpo se verifica un proceso. Quizás a esas horas te veas distraído y lejano. Este podría ser tu rostro distante. Cuando vives un momento de amor es probable que muestres tu rostro amoroso. Cuando te enfrentas a algo que no comprendes mostrarás tu rostro sorprendido. Si te sientes bien después de una deliciosa comida, pondrás un rostro satisfecho. […] Cada uno de tus rostros sin importar cómo los juzgues, contiene la semilla, el germen, por así decirlo, de energía nueva y nuevos usos. […] Cada vez nos hacemos más conscientes de que nos hemos limitado por nuestros pensamientos y creencias. Estos son más poderosos para darle forma a nuestra vida que cualquier cualidad con la que hayamos nacido. Cuando aprendemos a apreciar la vida en nosotros mismos, lo hacemos respecto a la vida de otros, y esto nos conduce, principalmente, hacia donde deseamos ir, esto es, a la comunicación y cercanía con los demás. Es difícil valorarnos o valorar a otros cuando estamos muy ocupados juzgando. […] Relacionarnos con los demás es parte de la vida. Cómo lo hagas influye en tu salud y tus sentimientos respecto a ti mismo y el uso que hagas de tu persona. Hay una interacción completa, continua, un nexo dinámico entre todas las partes que nos constituyen. Cada parte necesita de las otras para funcionar íntegramente. El descubrimiento de cómo se da esta interacción nos permite saber cómo nos tratamos a nosotros mismos, e incidentalmente, a otros.
Cuando nos hacemos responsables de nosotros mismos podemos trazar nuestra propia ruta en la vida. Esta es nuestra esperanza. Este es el proceso de nuestra vida y nuestra oportunidad.
«Cuando sientes que tienes que vivir bajo la dirección de alguien o vivir de modo que no desilusiones o lastimes a alguien, entonces tu vida se convierte en una necesidad de justificación continua para complacer a otros. Si es así otros están decidiendo por ti.
Las demás personas son parte importante de tu vida. No tendríamos amor y relaciones confiables si esto no fuera así. Sin embargo, no importa que nosotros pensemos de manera diferente, pues no podemos ver lo que sucede dentro de otra persona, ni siquiera de aquellos de quienes nos sentimos cercanos. Más aún, todos somos seres únicos. De ahí que tenemos que educar a los demás sobre quiénes somos nosotros. Logramos esto compartiendo lo que pensamos y sentimos con ellos. Esto significa que también tenemos que decir a veces no. Por supuesto que alguno no dejará de desilusionarse ante nuestra negativa necesaria. La desilusión es un sentimiento humano muy sano. Decir claramente no abre el camino para decir sí con honestidad, y te permite ser tú mismo en vez de fingir ante los otros.
Cuando alguien me dice lo que siente, me agrada. Entonces no invado su intimidad ni lo hago responsable de mis expectativas. Me siento segura. Quizás no siempre sea agradable, pero sé en dónde me encuentro. Espero lo mismo de los demás, así no soy malinterpretada. Cuando trato de ocultar uno de mis rostros o tengo rostros que no quiero aceptar estoy en peligro de engañar a los demás. Con el reconocimiento de todos mis rostros y sabiendo que soy responsable de mi persona, puedo tener diferentes estados de ánimo a diferentes horas y aceptar que puedo equivocarme así como estar en lo cierto. De esta manera estoy en condiciones de garantizar el mismo trato para los demás. Puedo enfrentarme a la realidad y no a las fantasías que me hacía de ellas.
La vida para mí es como un océano, con olas a veces grandes, otras veces pequeñas; suaves o fuertes. De la misma manera soy unas veces suave y otras dura; a veces conflictiva y otras no. Para llevar la analogía con el océano un poco más lejos digamos que la corriente es como la vida y que las olas son esenciales para el movimiento del océano y de la vida que contiene. Las olas son la respuesta natural a todas las fuerzas del universo.
Yo soy igual, mis rostros son la consecuencia natural de mi género, de mi vida y de mi crecimiento y sé que tanto las tormentas como el brillo del sol forman parte de la vida. De modo que me enorgullezco de mi rostro atormentado, así como de mi rostro brillante y los acepto como algo natural, para cada contexto. No tengo que poner una cara contenta cuando me siento mal, sino la cara que corresponde a mi estado de ánimo. Ni tampoco tengo que poner cara dubitativa cuando me siento feliz.
En otro sentido, mis rostros en su diversidad son parte de los recursos con que cuento para responder a mis circunstancias. Adentro de mí hay espacio para miles de ellos. Reconocer quién vive dentro de mí, amar y entender estas partes, contribuye a su desarrollo y su mayor armonía con el resto de mi persona. Cuando considero lo humano de esto y no lo malo, entonces trabajo con un espíritu de descubrimiento semejante al de un arqueólogo. ¿Qué encontraré en la siguiente excavación? Saber que soy el amo y no el siervo hace posible que decida por mí mismo y no que otro lo haga».