Sobre autoestima

Sobre autoestima 1

 Sobre autoestima 3«Cuando me siento bien conmigo y me agrado, hay magníficas posibilidades de que pueda enfrentar la vida desde una postura de dignidad, sinceridad, fortaleza, amor y realidad. Tal es el estado de la autoestima elevada.
Si no me agrado, me devalúo y castigo. Enfrento la vida desde una postura de temor e impotencia, creo un estado en el que me siento víctima y actúo en consecuencia. Me castigo ciegamente, y hago lo mismo con los demás. Soy a la vez sumiso y tiránico. Responsabilizo a los demás por mis actos. Tal estado hace que la persona sienta que no cuenta, que perciba la constante amenaza del rechazo y carezca de la capacidad para conservar una perspectiva de sí misma, de los demás y los acontecimientos. Tal es el estado de autoestima baja.
Una persona que no sabe valorarse espera que los demás -la esposa, el marido, un hijo o una hija- sean los responsables de asignarle un valor. Por ello se dan manipulaciones interminables que a menudo afectan a las los partes.
El amor de uno mismo es una declaración de valor; cuando sé valorarme, puedo amar a los otros concediéndoles un valor igual. Pero cuando me desagrado, mis sentimientos hacia otros serán de envidia o temor.
Cuando una persona se quiere, no hará algo que pueda lastimar, devaluar, humillar o destruir a sí misma o a los demás, y no responsabilizará a otros de sus actos.
Cuando logro reconocer que soy un ser único, con las semejanzas y diferencias de los restantes seres humanos, dejo de compararme con los demás y, de este modo, dejo de juzgarme y castigarme.
Todos los seres humanos confluyen en la base de su igualdad y crecen sobre el fundamento de sus diferencias.
Al respetar todas las partes de la personalidad y tener la libertad de aceptar dichas partes, ponemos los cimientos para edificar la autoestima. Muchos nos hemos creado graves problemas al ser incapaces de comprender que somos seres únicos. En vez de aceptar esto, hemos tratado de ajustarnos a un molde para parecernos a todos los demás.
Algunos estilos de criar a los hijos se basan en la comparación y la conformidad, y esto, casi siempre, provoca una baja autoestima. Un fundamento importante para la autoestima es la aceptación de nuestra exclusividad. Es necesario que los padres se unan al niño en el descubrimiento de su personalidad.
Cada individuo posee una reserva distinta de la cual extrae sus características; cualquiera que sea la herencia, nuestra respuesta a la misma y el uso que hagamos de ella serán lo que determine nuestras diferencias. Llegamos al mundo con un conjunto específico de atributos, con un grupo único de variables seleccionadas del sinfín de posibilidades que caracterizaron a las personas que nos precedieron.
Quizás el mayor desafío para los padres es plantar semillas de buena fe y luego aguardar para ver qué clase de planta obtendremos. El objetivo es no abrigar prejuicios sobre el niño; en vez de ello, los padres deben aceptar el hecho de que la planta será única en su especie. El niño tendrá todas las semejanzas y las diferencias en relación con sus padres y los restantes seres humanos; esta situación hace que los progenitores sean descubridores, exploradores y detectives, más que jueces y moldeadores. Deben recurrir al tiempo, la paciencia y la observación para conocer al tesoro que ha llegado al mundo.
Es importante mantener el contexto del amor incondicional y una actitud no crítica. 
Todos tenemos la posibilidad de ser apreciados como somos en el momento actual, y no como fuimos hace cinco meses o dos años. 
El sentido de valor y valía personal del niño es un producto resultante de la manipulación de los adultos. Estos últimos quizá no saben que la forma como tocan a un niño puede afectar su autoestima. Los niños aprenden la autoestima a partir de las voces que escuchan, de las expresiones en las miradas de los adultos que les atienden, de los tonos musculares de los cuerpos que los sostienen, de la manera como los adultos responden a su llanto.
Todos los acontecimientos, actos, voces y demás situaciones que rodean a los niños son asimilados y, en algún nivel, adquieren significado. Los niños suelen asimilar los acontecimientos sin el contexto que les daría una explicación adecuada; al no comprender estas circunstancias, los acontecimientos sirven de fundamento para conclusiones falsas posteriores y la conducta consiguiente.

Apoyen la capacidad y libertad de sus hijos para emitir comentarios y hacer preguntas, de tal manera que cada persona pueda verificar lo que sucede.

La autoestima se incrementa al dirigir la atención hacia las semejanzas y diferencias del niño. La autoestima también se aprende cuando ofrecemos al niño múltiples oportunidades para estimular su interés y, después, orientarlo con paciencia para que adquiera seguridad.

El efecto más destructor para la autoestima es el producido por los adultos que avergüenzan, humillan, restringen o castigan a los niños a causa de una conducta inadecuada.
Los adultos son los iniciadores, maestros y modelos de la autoestima; sin embargo, no podremos enseñar aquello que desconocemos. Cuando los adultos llegan a la paternidad sin una elevada autoestima, tienen nuevas oportunidades para edificarla a la vez que orientan a sus hijos.

El aspecto positivo de la autoestima es que puede ser remodelada en cualquier edad. Una vez que el individuo descubre que está devaluado, se muestra dispuesto a reconocer esta situación, y dispuesto a cambiar, puede alcanzar una elevada autoestima. El desarrollo de la autoestima requiere de tiempo, paciencia y el valor necesario para correr el riesgo de probar cosas nuevas. Si invertimos energía en este esfuerzo, descubriremos recursos ocultos a través del desarrollo de sentimientos de valía personal».

Fragmentos extraídos de Nuevas relaciones humanas en el núcleo familiar, de Virginia Satir.

Virginia Satir (1916-1988) es una de las figuras más relevantes en el ámbito de la terapia familiar sistémica y varias técnicas centrales de la PNL fueron modeladas directamente de las habilidades y procedimientos terapéuticos de esta extraordinaria psicoterapeuta estadounidense. Destacan sus estudios en comunicación y autoestima, y creó un “modelo de proceso de cambio” que desarrolló a través de estudios clínicos. Dicho modelo parte de la transformación individual, luego familiar y es aplicable a cualquier grupo humano con la finalidad de lograr relaciones armoniosas.

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