Somos nuestra familia, nos recuerda Peter Bourquin y, de nuevo, es la poesía uno de los más poderosos vehículos de expresión de los vínculos que nos unen e indican quiénes y cuántos somos: “Peso”, de Antonio Luis Ginés.
«Crecerá mi hija. Un día se preguntará por los zigzags de su padre, por ese continuo desplazarse sin rumbo fijo. Tal vez no halle respuesta en la lógica, no halle una consigna que la salve de la confusión, de un tipo que sólo responde a la llamada, al impulso desmedido que late como una fiera bajo las líneas y las curvas, que esconden todos los mapas.
Crecerá mi hija. Alguien le contará que mi abuelo conducía un camión por las sierras del sur, que mi padre muchas veces le acompañaba aún chiquillo, que luego éste creció y cruzó este país con la rabia y el placer de quien devora kilómetros sin miedo, que mi hermano se volvió más osado y, como mi padre, nunca se amedrentó al pisar otras tierras, otras ciudades.
Y puede que mi hija alcance a comprender de qué materia estamos hechos, por qué el apellido le tiembla bajo el pulso, la lanza despedida
hacia afuera».