Arrepentimiento

Arrepentimiento 1
      (V. van Gogh)

Sobre el arrepentimiento
    Nos sentamos y lloramos, cuando recordamos, (Libro de los Salmos, 137:1).
«Una de las maneras más impactantes de aproximarse a la idea y al sentimiento del arrepentimiento es a través del concepto del eterno retorno que planteó Friederich Nietzsche: Si tuvieras que vivir tu vida una y otra vez, eternamente, ¿qué cambiarás de ella? En palabras del filósofo alemán: «¿Qué ocurriría si algún día o alguna noche, un demonio llegara a ti, en lo más solitario de tu soledad, y te dijera: “Deberás vivir la vida, tal como la vives, una e innumerables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que tendrás que volver a sentir cada dolor y cada gozo, cada pensamiento y cada suspiro, todo lo indescriptiblemente pequeño y grande de tu vida, todo, en la misma sucesión y secuencia, incluso esta araña, esta luz de luna entre los árboles, este momento y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia se da vuelta una y otra vez y tú con él, oh, mota de polvo”.
¿No te arrojarías acaso al suelo y rechinarías los dientes y maldecirías al demonio que así te habló? ¿O experimentarías una tremenda sensación que te llevara a responderle: “Eres un dios y nunca oí cosa más divina que esa”? Si esta idea se apoderara de ti, te cambiaría, o, quizá, te aplastaría». A lo largo de la vida tomamos innumerables decisiones, es algo inevitable, nos guste o no tenemos que enfrentarnos a la elección, estamos condenados a ser libres, como señaló Sartre. A veces tomamos conscientemente estas decisiones y lo hacemos en consonancia con lo que sentimos, con lo que de verdad queremos y con nuestros propios valores. Pero muchas otras veces decidimos sin ser del todo conscientes de lo que hacemos. Quizás sentimos miedo y evitamos hacer lo que realmente queremos hacer; quizás nos dejamos llevar por la inercia de los acontecimientos pensando que podemos huir de elegir; quizás dejamos en manos de otros decisiones que deberíamos tomar nosotros mismos y hacemos algo que en realidad no queremos hacer; quizás nos mueve la rabia y destruimos algo que en realidad amamos… Sea como sea, el tiempo transcurre y llega un momento en el que podemos volver la vista atrás y contemplar el camino recorrido de la vida. El pasado entonces se puede convertir en un fantasma que nos acecha en forma de culpa y arrepentimiento, con el que nos torturamos por lo que hicimos o por lo que dejamos de hacer y que nos exhorta a lo imposible: volver atrás y cambiar aquellas decisiones de las que ahora nos arrepentimos. Pero desgraciada (o afortunadamente) no disponemos de una máquina del tiempo para llevar a cabo tal misión.
La idea del eterno retorno de Nietzsche nos confronta con nuestra vida vivida, ¿he vivido la vida que quería vivir? La respuesta a esta pregunta puede abrirnos las puertas de un infierno llamado arrepentimiento, pero también nos puede permitir concebir un mañana libre de él. No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos vivir un presente y construir un futuro acorde con lo que somos y con lo que queremos. Podemos servirnos de nuestros errores pasados para transformar nuestra vida presente y futura.
Irvin Yalom, una de las figuras más reconocidas de la psicoterapia existencial, plantea a aquellos de sus clientes que se culpan y arrepienten amargamente de algunos aspectos de su vida pasada la siguiente pregunta:
«¿Qué puedes hacer ahora en tu vida para que, dentro de un año, o de cinco, no sientas esa misma desazón respecto de todo aquello de lo que te arrepientes al mirar atrás? En otras palabras, ¿puedes encontrar una manera de vivir sin seguir acumulando arrepentimiento?».
Este planteamiento abre la posibilidad de iniciar un proceso de transformación personal que conduzca a una manera de vivir que no genere arrepentimiento en el futuro, lo que Nietzsche llamaba amor fati, «ama tu destino» o, dicho de otra manera, «crea un destino que puedas amar». El filósofo alentaba a vivir de tal manera que si en algún momento se nos planteara la posibilidad de vivir nuestra vida una y otra vez, eternamente, respondiéramos sí, sin dudarlo.
Pero a pesar de todo esto, el pasado sigue estando ahí, a veces pesado como una losa, por lo que es necesario reconciliarse con él y ser capaz de perdonarse a uno mismo. En ocasiones, no es una tarea fácil soltar ese lastre, se trata también de un proceso que requiere tiempo, a través del cual podemos ir aceptando que no lo supimos hacer mejor, que quizá sencillamente nos equivocamos… y que tenemos derecho a equivocarnos porque somos seres imperfectos. Y que, en cualquier caso, las decisiones que tomamos ayer configuran nuestro hoy. Y posiblemente en este hoy hay muchas cosas de las que me puedo enorgullecer.
¿Y qué me puede ayudar a reconciliarme con mi pasado y conmigo mismo? Hablar de lo sucedido y expresar las emociones permite que supure el dolor y que la herida vaya cicatrizando. Completar los asuntos pendientes y poder decir aquello que no dije, ya sea a través de la palabra o de la escritura. Hacerse responsable de lo que uno hizo (y de lo que prefirió ignorar) y no buscar culpar a otros ni victimizarse. Tratar de dar un significado a lo vivido en el pasado que nos permita comprometernos en el presente. Si nuestro arrepentimiento está relacionado con un daño que hemos causado a otros podemos, si es posible, pedir perdón y tratar de reparar el daño causado. Todo ello permite ir recorriendo el sinuoso camino de la aceptación y el perdón hacia uno mismo. Aceptar lo que hicimos y lo que no hicimos es, en definitiva, aceptarse a uno mismo».
(Artículo de Sergio García Díaz, psicólogo y terapeuta Gestalt. Publicado en la revista “Una voz amiga”, del Teléfono de la Esperanza de Barcelona).

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