Las creencias (I)

Las creencias (I) 1 Franciso Sánchez Gavete es psicólogo, Miembro Titular de la Asociación Española de Terapia Gestalt, Miembro Didacta de la Asociación Española de Programación Neurolingüística y de la Asociación Española Bert Hellinger, y psicoterapeuta reconocido por la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas. Es colaborador habitual del Institut Gestalt de Barcelona, donde se dedica, principalmente, a tareas de Formación de Terapeutas y de Supervisión. 

Las creencias (I) 3
Es autor de Constelaciones familiares: una guía de trabajo y de Terapia Gestalt: una guía de trabajo. Pertenecen a este último libro los siguientes fragmentos:
«Las creencias son fuentes de atribución de significado. Lo cual, desde un punto de vista biológico y de autorregulación, tiene un sentido económico. Atribuir significado a una experiencia identificable tiene valor pronóstico. De ahí que en seguida generalicemos el pronóstico, y esta generalización toma la forma de creencia. Si meto los dedos en un enchufe y recibo una descarga eléctrica formaré la creencia: “es peligroso meter los dedos en un enchufe”. Pero también, si salgo al cine por la noche y al regresar a casa alguien me roba puedo formar la creencia “es peligroso salir de noche”. Más allá de que una creencia pueda resultar cierta o errónea, me interesa subrayar el aspecto de que una creencia puede ser funcional o disfuncional, es decir: me ayuda a orientarme en la vida o me limita innecesariamente.
[…] La importación de creencias es un procedimiento congruente con la forma como se socializa el comportamiento humano, o lo que es lo mismo, la forma como utilizamos el lenguaje y su función social.
Claro está que normalmente no sometemos a contraste experimental estas creencias “de importación”, cuyo criterio de validez viene dado por la autoridad que nos impone o que reconocemos […] en especial a nuestros padres o a nuestro entorno familiar y escolar cuando somos pequeños. Más probablemente haremos lo contrario: seleccionaremos de nuestra experiencia todos aquellos datos que confirmen dichas creencias. A este tipo de creencias importadas las conocemos en Gestalt, como en otros enfoques terapéuticos, con el nombre de “introyectos”. […] El problema normalmente consiste en la dificultad de hacernos conscientes de ellos, de reconocerlos como tales introyectos y de reconocer la forma de interferencia que constituyen. 
Pero lo mismo ocurre con las creencias auto-generadas. Confundiendo el mapa con el territorio tomamos las creencias como declaraciones de realidad. Un cliente se encuentra en condiciones óptimas para modificar una creencia, sea esta introyectada o no, cuando la reconoce como tal. Pero aceptar que se puede hacer otra lectura diferente de la realidad lleva bastante más tiempo. Cuando se trata de creencias auto-generadas, la cosa es más complicada. O cuando una creencia introyectada tiene un trasfondo sistémico, de forma que, aun habiendo un fuerte deseo de autonomía, revisar la creencia, además de un paso adelante en el camino de la propia autonomía, supusiera una desvalorización de los esfuerzos hechos por los antecesores en relación con dicha creencia.
Las creencias tienen siempre una vertiente de expectativas, lo cual es congruente con su función de base para establecer pronósticos. Un cliente, por ejemplo, puede declarar de manera consciente y explícita sus expectativas respecto de su pareja. Lo hace en función de sus propias creencias sobre la pareja: “una pareja debe darte lo que tú no tienes” o “en una pareja no debe haber conflictos”, etc. Es inútil preguntar  de dónde procede tal creencia. ¿Creencia? En modo alguno creencia. Para él, es sencilla y rotundamente así. ¿Cómo puede ser diferente?
En la misma línea podemos considerar el conjunto de creencias que el cliente tiene sobre sí mismo o, como diríamos con un término más gestáltico, el “auto-concepto”.
Conozco muchas técnicas útiles para el cambio de creencias. El problema básico, insisto, en mi opinión, es el de identificarlas como tales.
El único camino practicable que he encontrado hasta ahora ha sido el de seguir la pista de las limitaciones, en el sentido precisamente que describe Albert Ellis y su terapia racional-emotiva: creencias que hacen sufrir. De especial interés resulta una observación importante de Albert Ellis: una creencia limitadora está siempre presente en el sufrimiento del cliente. Por esta vía se pueden revisar expectativas o se puede, vía metáforas o resignificaciones, abrir la puerta a otra lectura de la realidad».

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