El poder terapéutico de hablar y hablarnos

El poder terapéutico de hablar y hablarnos 1

El poder terapéutico de hablar y hablarnos 3Fragmentos de Somos lo que hablamos. El poder terapéutico de hablar y hablarnos (Grijalbo, 2019), del psiquiatra Luis Rojas Marcos:

Las palabras tienen un poder mágico: nos pueden traer la mayor felicidad y la desesperación más profunda.

                                                                                                                                      (Sigmund Freud)

«Existen dos formas de lenguaje hablado: el lenguaje social, que utilizamos para conversar, describir situaciones, comunicar ideas y expresar deseos sentimientos; y el lenguaje privado que nos permite hablarnos y mantener soliloquios, tanto en voz alta como en voz baja. En cualquier caso, tanto si se trata de comunicarnos con otros como si nos dirigimos a nosotros mismos, hablar favorece la buena salud, la vitalidad y la longevidad. De ahí que promover esta forma de expresión constituye una parte de lo que llamamos medicina de la calidad de vida, la medicina que va más allá de curar enfermedades y fomentar las actividades que favorecen nuestro bienestar físico, psicológico y social».

«Conversar con personas comprensivas y solidarias, y compartir con ellas las adversidades que nos afligen, es una eficaz estrategia protectora de nuestra salud. Por el contrario, silenciar o reprimir las preocupaciones y temores, y guardarlos para nosotros solos sin revelárselos a nadie, magnífica la angustia y nos predispone a sufrir trastornos depresivos que envenenan nuestra felicidad».

«Por su potente impacto sobre nosotros, la conversación es la base de los efectos curativos de todas las modalidades de psicoterapia que hoy ayudan a millones de hombres y mujeres a resolver conflictos personales, solucionar desavenencias familiares y abordar muchos de los problemas que socavan nuestra estabilidad emocional. Un ingrediente esencial de estas conversaciones terapéuticas es estructurar y narrar las experiencias abrumadoras que nos perturban. Esta tarea nos permite transformarlas en historias coherentes, lo que nos ayuda a superarlas. Como dice filólogo estadounidense John Grinder: “Unas cuantas palabras bien escogidas y dichas en el momento oportuno pueden transformar la vida de cualquier persona”.

Además del lenguaje social, desde muy pequeños practicamos el lenguaje privado, es decir, hablamos con nosotros mismos. Este ejercicio de introspección nos permite actuar simultáneamente de protagonistas y espectadores. En lo que se refiere a dirigir nuestra vida y superar los inevitables desafíos que se cruzan en nuestro camino, los soliloquios son el instrumento principal del departamento ejecutivo de nuestro cerebro. A través de las conversaciones con nosotros mismos, programamos nuestros planes y guiamos nuestros actos con el fin de alcanzar nuestras metas. Es obvio que la persona con la que pasamos más tiempo y con la que más hablamos es uno mismo, por lo que llama la atención que sean tan pocos los que se paran a analizar cómo se hablan a sí mismos, y muchos menos los que tratan de mejorar su lenguaje privado. Sin embargo, la mayoría de las personas que reflexionan sobre cómo influyen en su existencia sus diálogos interiores reconocen que la forma de hablarse a sí mismas es fundamental a la hora de regular sus conductas y dirigir su programa de vida. Además, estas deliberaciones interiores también juegan un papel primordial en la valoración de sí mismas, y la autoestima, como sabemos, es un ingrediente determinante de nuestra sintonía interior, de nuestra confianza y de nuestra disposición ante la vida. No obstante, nunca debemos olvidar que para que nuestros diálogos internos ejerzan el poder de alimentar nuestra autoestima, es necesario eliminar términos negativos irreflexivos, como el “debería” y otras generalizaciones pesimistas que minan nuestra valoración de nosotros mismos y fomentan el autodesprecio. Son muchos los que consideran sus monólogos indispensables para su estabilidad emocional y para poder superar circunstancias difíciles.

Está ampliamente demostrado que los monólogos interiores nos ayudan a controlarnos, a centrar nuestra atención y a mantener la fuerza de voluntad y la seguridad necesarias para conseguir nuestros objetivos. Cabe destacar, pues, el enorme potencial que ofrece el uso constructivo del lenguaje privado, así como la importancia de ser conscientes de cómo nos hablamos. Hablar con otros y con nosotros mismos es muy saludable, por lo que ejerce una influencia muy positiva en la esperanza de vida, el número de años que vivimos. Estudios multinacionales asocian la extroversión a una larga vida tanto en hombres como en mujeres, ya sean jóvenes, adultos o centenarios.

Las personas extrovertidas se caracterizan por su comunicabilidad y apertura al mundo exterior. Son personas sociables que se involucran más en todo tipo de causas, tienen más relaciones y disfrutan de un mayor apoyo social. Al mismo tiempo, la extroversión facilita la alta satisfacción con la vida que, a su vez, está relacionada con la buena salud. […] Sin embargo, para que la extroversión cumpla su misión vital debe ir de la mano de un trío de ases de la personalidad: la perspectiva optimista, la conciencia o capacidad para razonar y la estabilidad emocional. Estos rasgos tan valiosos ejercen su influencia positiva sobre todo a través de las conversaciones con nosotros mismos. De ahí la importancia de no olvidar el papel del lenguaje privado en promover la buena salud y su consecuencia, la longevidad.

Cuando las personas son optimistas, su lenguaje privado se caracteriza en primer lugar por la tendencia a guardar en la memoria y evocar con preferencia los buenos recuerdos, los triunfos y la superación de retos y situaciones difíciles. Además, los monólogos de los optimistas están siempre repletos de esperanza. Y, por si fuera poco, quienes piensan en positivo tienden a explicarse interiormente las cosas desde una perspectiva optimista, es decir, a buscar el lado bueno de los contratiempos y a minimizar el impacto de las desdichas. Como sugiere la psicóloga Susan Vaughan, cuando nos hablamos a nosotros mismos, la perspectiva optimista es como “una profecía que se cumple por sí misma”. A través del monólogo optimista presagiamos que alcanzaremos lo que deseamos, perseveramos, y cuando compartimos nuestra visión con otros, quienes nos escuchan responden con entusiasmo. Este lenguaje interno positivo nos da ventaja en el campo de la salud, del amor, del trabajo y del juego, lo que a su vez revalida nuestras predicciones optimistas.

Por su parte, la voz de la conciencia también nos habla interiormente y nos ayuda a sopesar las ventajas e inconvenientes de nuestras actitudes, y las consecuencias de nuestros comportamientos. De esta forma, nos protege de las amenazas a nuestra salud y supervivencia. Las personas estables a nivel emocional mantienen un lenguaje privado que las ayuda a manejar sus emociones y a programar su vida de un modo razonable lo que las hace más resistentes al estrés.

En conclusión, es un hecho sólidamente comprobado en todos los lugares del planeta que hablar, bien sea para comunicarnos con otros o para conversar con nosotros mismos es una actividad que contribuye a la salud en su sentido más amplio y que estimula y protege nuestra calidad y cantidad de vida. Prestar atención a nuestro lenguaje, tanto social como privado, y si es necesario moldearlo para que cumpla al máximo su misión saludable es, sin ninguna duda, una inversión de los más rentable».






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