Poemas de José Iniesta. Padres e hijos. Identidad. Identificación. Entidad. Dar y recibir. Legados. Despedidas. Duelos. Muerte y nacimiento. Bienvenida. Alegría.
DOS BESOS Y EL TIEMPO
A partir de un poema de Mark Strand
A mi padre, in memoriam
I. EL PRIMER BESO
La casa huele a humo y a pobreza.
Es de noche y el padre
penetra en la espesura
del cuarto de su hijo y lo contempla,
y un silencio calmado lo recibe,
una llama pequeña que respira
está alumbrando viva el universo,
la cueva donde habita la ilusión.
Mi padre –sí que existo– se detiene
apenas un minuto que perdura,
y allí todo lo puebla su entregarse.
Mi padre con su beso se me da,
y al sentarse a mi lado me repite
palabras que inauguran una rosa,
acaricia mi frente y me sonríe.
Y es entonces, allí, parece ahora,
que la luna se asoma en el cristal
por mirar en su altura lo insondable,
la hermosa llamarada de mi vida,
el abrazo que siempre es salvación.
2. DESPEDIDA
En la noche más larga
del último verano,
bajo un sol fluorescente y la rutina
de un hospital antiguo de ciudad
el hijo le devuelve, qué sentido,
a su padre cayendo por la rampa
aquel beso que fuera su legado.
Es todo lo que tiene y las palabras,
y allí sabe decirle que no importa
la rosa deshojada de su ausencia,
que siempre será el niño del abrazo
primero y de la llama, hasta el final.
Existe otra ventana, y es la misma.
La luna está mirándole de nuevo
desde un cielo rendido al corazón.
Qué silencio, de golpe, agradecido.
Ahora nada fluye donde todo
es caudal abundante de su fuente,
y el hijo bebe el agua del amor,
alcanza en arenales con su canto
la frente de su padre que se va,
la mano que una noche iluminada
acarició su frente
en la estación fecunda,
la mano que le entrega su alegría.
(De El eje de la luz)
AMOR Y VACÍO
A mi madre, in memoriam
Qué rosa inolvidable en la pobreza.
Qué luz que ya no existe en esta luz.
Qué hueco tan amado
latiendo en tu sillón.
PROFECÍA EN LA VENTANA
A mi hijo Tomás, unos días antes de nacer
Esta ventana se abre al que ya es y no ha nacido.
Mirará por ella cuando no esté, para encontrarme,
y tendrá la misma luz y mi mirada,
el mismo afán herido de asombro por el mundo.
Hoy miro con tus ojos las palomas que aún no has visto,
y su vuelo en el aire ocurrirá después,
en repetidos cielos de cenizas y de oro.
Es nuestra la ventana
y el caos de los tejados,
las sombras del tapial al mediodía,
el paso silencioso de las nubes que vienen desde el mar.
Y en esta cercanía sin tiempo te comprendo,
y así, lo que ha de ser, sabrás que ya ha ocurrido.
(De Arder en el cántico)
PADRE E HIJO
A mi hijo Tomás
Porque siempre es destino
cantar el mundo nuestro
asciendo monte arriba, a la palabra,
contigo en esta noche de la luna.
Dichoso con tu mano entra la mía,
hoy evoco el suceso y el amor
del niño que yo fuera en otra noche,
mi mano tan pequeña guarecida
en la mano serena de mi padre,
el caudal que sentí de corazón
a corazón.
Y al igual que tú ahora
que me ves, hijo mío, con qué fe
debajo del silencio de los astros,
manaba de la piedra el agua clara
de aquel amor que tuve y que se dio,
el brillo de unos ojos que creyeron
en la voz de su padre y en el mundo.
¿Dónde estamos los dos,
por qué senderos?
Aquí somos la vida, a nada vamos.
Hoy escucho tu risa y todo canta,
y el tiempo si te abrazo ya no existe
y ya no sé quién soy y me confundo,
pues eres en la cueva de la noche
la luz de lo vivido y mi alegría,
y en esta oscuridad hoy soy mi padre.
No quiero nada más que tu alborozo.
Tus ojos sobre mí son la certeza
de que existo y estuve en el camino
al lado del amor y sus caudales,
de que ahora soy el hombre que te entrega
el oro que me dieron,
la luz de las palabras.
(De El eje de la luz)